El título en la Liga Profesional fue el resultado de otra gran obra de Gallardo. El equipo se reinventó y llegó a un nivel superlativo. Los hinchas disfrutaron de una noche mágica en el Monumental.
Por Juan Miguel Alvarez
Desde Buenos Aires
River fue un campeón inobjetable. Merecido. Distinguido. De galera y bastón, como marca la historia. Fue otra gran obra de Marcelo Gallardo.
Resultó el mejor por amplia diferencia. En la tabla de posiciones y también en el juego, sobre todo en el tramo final de la Liga Profesional.
No lo hizo sin dificultades. Porque se reinventó (una vez más) durante la temporada. Evolucionó permanentemente desde la eliminación en la Copa Libertadores hasta que alcanzó un nivel altísimo. Como en 2019. O como en el segundo semestre de 2014.
Llegó al pico, incluso, con varias ausencias de peso. Porque contó con apariciones rutilantes (Santiago Simón, Enzo Fernández, Agustín Palavecino) y un futbolista que tuvo una evolución notable en un corto lapso de tiempo: Julián Alvarez.
Pocos jugadores jóvenes marcaron tanta diferencia en el fútbol doméstico en los últimos tiempos: Lautaro Martínez fue el anterior y Sergio Agüero lo hizo unos cuantos años más atrás.
Pese a los cambios de nombres y esquema, River utilizó la fórmula de siempre desde que llegó “Napoleón”: presión, intensidad, desmarques, asociaciones, buen pie, fortaleza mental y ahora también poder de gol gracias al delantero surgido en sus divisiones inferiores.
Expuso sus bondades en el partido de la consagración ante Racing, nada más ni nada menos. Justo el día que volvió el aforo completo al Monumental. Y los hinchas disfrutaron una de esas noches que nunca olvidarán.
Además de ofrecer una cátedra de fútbol, River se dio el lujo de regalarse incontables muestras de afecto. Porque, con ovaciones y aplausos, la gente homenajeó a sus emblemas en distintos momentos del partido: especialmente al capitán Leonardo Ponzio, pero también a Javier Pinola, Enzo Pérez y Franco Armani. Además, se rindió a los pies de Alvarez. Y valoró a Robert Rojas, Palavecino, Enzo Fernández y compañía. A las glorias que alumbraron el ayer (y el hoy) y las que iluminan el mañana.
Pero, sobre todo, los hinchas “suplicaron” por la continuidad del entrenador. “Olelé, olalá, Gallardo es de River, de River no se va”, se escuchó reiteradas veces en el Monumental.
“El Muñeco” no ocultó su emoción por el reconocimiento, pero puso un manto de duda sobre su continuidad después del partido. “Le he dado todo a este club, merezco la posibilidad de replantearme lo que tengo que hacer”, deslizó el DT.
¿Habrá sido el último baile del River de Gallardo? Los hinchas no quieren ni imaginarlo. Ellos desean que este ciclo iniciado hace siete años y medio no se termine nunca más. Aunque saben que ya será eterno.